La humanidad se enfrenta actualmente a uno de los desafíos más grandes de su historia. Producto de las crecientes emisiones de GEI provocadas por el hombre y la pérdida de biodiversidad asociadas a un sistema productivo lineal y extractivista, el clima en la tierra ha cambiado a tal punto que amenaza la estabilidad de la vida como la conocemos.
Un reciente estudio de la revista Nature sitúa al sistema alimentario como responsable de un 34% de las emisiones totales de GEI, principalmente por el cambio en el uso de suelo que conlleva la deforestación del bosque nativo para plantaciones agrícolas (Crippa et al. 2021). La agricultura intensiva también representa el 70% de todas las extracciones de agua dulce a nivel mundial (World Bank, 2021); es uno de los principales fenómenos asociados a la degradación de tierras a nivel global (IPCC, 2019); y es la principal amenaza identificada para un 86% de las especies declaradas en peligro de extinción (Benton et. Al., 2021).
Sin duda que la producción de alimentos a nivel industrial es uno de los principales responsables de la crisis socioambiental que se vive a nivel planetario. Sin embargo, la agricultura también tiene el potencial de convertirse en una gran solución para revertir esa crisis. Para lograrlo, es necesario transformar su enfoque desde una lógica lineal e intensiva, a una mirada circular y sustentable, volviendo a los ciclos naturales, y a los patrones de cuidado y restauración ecológica de los sistemas biológicos propios de cada lugar.
En ese sentido, la regeneración ofrece a la agricultura una alternativa interesante para cambiar sus prácticas, y vemos que existe una sintonía al respecto, en cuanto la agricultura es el sector productivo que se aproxima de manera más natural y generalizada a este nuevo paradigma. Esto es así porque el sector agropecuario depende en gran medida del medio natural para su subsistencia y productividad, y al mismo tiempo, la degradación de ese medio natural ha puesto en evidencia la necesidad de un cambio profundo en la forma en que se trabaja la tierra.
La importancia de los suelos
Uno de los principios en los que se basa la agricultura regenerativa es la salud de los suelos, que actualmente se encuentran ampliamente degradados a nivel global. De los suelos depende la seguridad alimentaria de la humanidad, así como también la seguridad climática, la hídrica y la del ecosistema en general. Los suelos almacenan grandes cantidades de carbono, ayudan a regular los procesos climáticos y albergan una cuarta parte de la biodiversidad del planeta (MMA, 2020).
Un suelo fértil sostiene el crecimiento de las plantas al proporcionarles nutrientes y formar raíces fuertes, que interactúan de manera virtuosa con un rico ecosistema subterráneo de microorganismos. Por el contrario, un suelo degradado produce alimentos bajos en nutrientes que contribuyen a la desnutrición y la mala salud; generan plantas que son menos resistentes a las sequías, y más dependientes de insumos químicos, impactando la salud humana y el medio ambiente.
Es por eso que la regeneración de los suelos es un aspecto tan relevante en la agricultura regenerativa. Es la base para construir ecosistemas resilientes y una cadena alimenticia saludable desde el campo a la mesa de los consumidores. A su vez, un suelo sano también permite disminuir el uso de productos químicos, aumentando la biodiversidad de organismos mayores como insectos, aves y mamíferos.
Algunas de las prácticas que los agricultores regenerativos desarrollan para restaurar esa salud del suelo son:
- Minimizar la labranza, ya sea mecánica, química o física. La labranza destruye la estructura del suelo y causa erosión, afectando la aireación y el movimiento de agua que se almacena en la tierra. Al intervenir el suelo, este se revuelve y se expone al aire, oxidando el carbono que contiene y destruyendo los microorganismos responsables de muchas de las simbiosis viales para las plantas.
- Mantener raíces vivas durante todo el año a través de cultivos perennes. A diferencia de los cultivos anuales, las variedades de cultivos perennes permiten mantener las raíces de las plantas vivas por más tiempo, alcanzando también mayor profundidad para una mejor infiltración de agua y nutrientes.
- Mantener los suelos cubiertos con cobertura vegetal. Esto puede hacerse mediante cultivos especiales llamados cover crops, o con residuos vegetales (ej. podas, hojas, etc), lo cual protege el suelo de la erosión por viento y agua, mantiene la humedad y provee de alimentos a los microorganismos del suelo.
- Maximizar la diversidad de especies y la rotación de cultivos. Promover la diversidad biológica es parte esencial de las estrategias para manejar enfermedades y plagas sin la necesidad de utilizar insumos químicos que destruyen el suelo. Mientras más diverso sea un ecosistema, más saludable y resistente es a las disrupciones externas.
- Integrar ganado. Los animales mayores, también son muy importantes en los sistemas regenerativos. A través de sus pezuñas, logran sembrar las semillas en forma más profunda, y sus heces y orina sirven como materia orgánica para abonar los suelos.
- Fomentar el uso de abonos naturales: Para apoyar el crecimiento de diversas poblaciones microbianas en el suelo a través de medidas naturales de fertilidad y sin necesidad de labranza, la agricultura regenerativa se apoya en el uso de compost y abonos verdes, con tal de incrementar la presencia de microorganismos benéficos que fortalezcan a las plantas de manera natural para enfrentar plagas.
De la teoría a la práctica
La agricultura regenerativa, con su enfoque en lograr resultados ecosistémicos positivos, es una mirada holística de la producción de la tierra, que fomenta la innovación continua e incluye necesariamente el bienestar y la salud de los animales y las personas. Se puede practicar bajo muchos nombres: agroecología, agricultura orgánica, biodinámica, manejo holístico, permacultura, pastoreo intensivo, agroforestería y más.
Actualmente encontramos ejemplos de agricultura regenerativa en todo el mundo y a diferentes escalas, desde pequeños predios experimentales a grandes cadenas de valor al alero de empresas multinacionales. Cada vez son más las organizaciones comprometidas con este modelo productivo debido a los buenos resultados que se obtienen en la práctica.
Algunos ejemplos que resuenan a nivel global son White Oak Pastures (EE. UU.), Apricot Lane Farms (EE. UU.), Green Pasture Farm (UK); Ridgedale Farm (Suecia); Aanandaa Permaculture Farm (India); Rizoma Agro (Brasil); La Ferme des Quatre-Temps (Canadá), y el Savory Institute (EEUU), una organización que promueve estas prácticas en base a evidencia empírica.
Algunas de estas organizaciones ellos son ganaderos, otros son horticultores; algunos trabajan en grandes extensiones de terreno, otros en un par de hectáreas; algunos se basan en la metodología de Manejo Holístico de Allan Savory, otros se basan en la filosofía de Market Gardens de Jean Martin Fortier. Pero lo que los une a todos, es que han adoptado colectivamente una visión de la agricultura a escala humana, ecológica y rentable, que además están ayudando a expandir mediante cursos online y educación práctica.
En el caso de Chile, la agricultura regenerativa también avanza a paso firme, gracias a una camada de nuevos emprendedores ligados al campo. Muchos de ellos son jóvenes que se reinventaron y dejaron la ciudad, y otros son la generación que continúa con una tradición agrícola familiar, pero con una mirada innovadora y acorde a los tiempos.
En materia de ganadería regenerativa destacan Carnes Manada (Los Ríos), El Reinal (Los Lagos) y Cerro Azul (Los Ríos) y también Efecto Manada a cargo de Isidora Molina, quien tiene la representación en Chile del Savory Institute para fomentar las prácticas de Manejo Holístico en campos nacionales. También cabe mencionar el surgimiento de los huertos biointensivos a lo largo de todo Chile, que se basan en un método de agricultura orgánica a pequeña escala con altos rendimientos, y donde destacan el Huerto Cuatro Estaciones (Puerto Guadal), Huerto Los Chilcos (Río Bueno), De Huerta a la Raíz (Calera de Tango), la Huerta del Huairao (Quinamávida) y Huerta Nativa (Casablanca), entre otros.
Al igual que en otros lugares del mundo, estos nuevos emprendedores agrícolas no sólo están transformando la producción de alimentos, sino que todo el sistema alimentario del campo a la mesa. El esfuerzo y el trabajo colaborativo que se siembra en cada temporada, se cosecha en la forma de una comunidad regenerativa cada vez más sólida, y en una red local de consumidores cada vez más informados y empoderados para exigir alimentos limpios, y producidos bajo los más altos estándares ecológicos y éticos. La agricultura regenerativa llegó para quedarse.